Visitas

domingo, 24 de febrero de 2019

La nueva Anna O.

Cruce la calle y ahí estabas, no podía retroceder, no me miraste ni un segundo pero no hizo falta tus amigos te informaron todo lo que estaba pasando.
Después de dos años de besos y de hacernos el amor desenfrenadamente me ves de la mano de otro sujeto, pero está bien, tú me pediste que busque lo que necesito en alguien más.
Entro al mercado mientras tú estás fuera, pero tú descaro es tan grande que entras detrás de mí, puedo oler, estoy lejos pero huelo el perfume por el que tanto ahorre para regalarte. Tengo miedo, estoy confundida, mí psiquis está en colapso y para que Freud se haga un manjar mí pierna empieza a temblar como histérica de conversión que soy, mí pierna no para, intentando disimular el caos que dentro de mí elijo si agua con o sin gas.
Lo peor es el final, estás delante nuestro en la fila, mí cara lo dice todo y mí porteño me pregunta si pasa algo con una mirada entendió todo.
El estaba con una actitud tan prepotente, sobrante como si esto fuera algo a propósito, como si quisieras demostrar de más lo poco que te importa, pero no era necesario demostrar nada. Es decir, pasaron cuatro meses. No había nada que decir, no había nada que demostrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario