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miércoles, 23 de octubre de 2019

angustia neurótica

Te cerraron la puerta en la cara, y ahora entras por ventanas, nadie puede cerrar una ventana en tu cara.
Te dijeron que nunca ibas a hacer nadie en tu vida, y ahora autoestropias tu carrera para no recibirte.
Te ridiculizaron en un baño publico, y ahora no podes pillar si no es en el baño de tu casa. 
Te dejaron como ultima opción para los equipos de educación física, y ahora sentis que nunca en la vida te van a elegir. 
Hay angustias que nos determinar, que nos hacen tropezar, que nos atormentan y otras que en silencio pinchan en lo más profundo. 
Algunas angustias las guardamos, las enterramos para no volverlas a ver cara a cara, las dejamos atrás donde no duelen  para no tocarlas más, y así tampoco podemos liberarlas, soltarlas. 
Otras angustias, son como esos árboles grandotes que hechan raíces que nadie ve, pero que el dueño del árbol sabe perfectamente dónde están, este tipo de angustia te limita, sabes hasta donde podes ir y hasta donde no, porque te tropezas con una de esas raices. Estas son las mismas que te crean todos esos síntomas, la falta de apetito, los desmayos, los ataques de ansiedad. Cuando te animas y salis corriendo como si no hubiese limites, ahí es donde el cuerpo te lo recuerda. 
Y por último, está la peor, esa angustia que con cemento y ladrillos construyó partes de tus paredes, es esa angustia que forma parte de vos, que no la podes sacar, pase lo que pasé va a estar y aprendes a convivir con ella, tratas de reconocerla para alertarte cuando está por venir, para no caer en sus lamentos. Pero por más que quieras esa angustia forma parte de tu historia y, quieras o no, te convirtió en quien sos hoy.