Visitas

lunes, 22 de febrero de 2016

Treinta minutos


Las noches en sus camas siempre eran dinamita, de nuestros cuerpos salían chispas, un fuego intenso que solo un poeta podría describir. O al menos al principio, rato después la ternura de ocultaba bajo la cama, el traía los ojos vendados y yo poco a poco lo obligaba, pues si nada decía, nada ocurría, su cuello era como un fantástico helado de fresa, y su abdomen un caramelo de menta. Los minutos pasaban, el seguía negado, negado y vendado, y de mas esta decir que tambien desnudo.
Una y otra vez quiero escucharte, dime suave al oído que ocurrirá después de esto, una y otra vez, o la noche entera. Los besos empezaban a secarse y el solo balbuceaba con intenciones de ponerme mas agresiva recuerdo que encima de el, le tome sus manos para que me sintiera desde mis ojos hasta mis pies y le dije Aquí estoy, tuya como siempre solo dime como seguimos'. Minutos después con mis piernas temblando, su espalda marcada y la frente transpirada la noche empezaba a amanecer, en mi mente habían sido horas, luego de terminar y ver el reloj tan solo había sido treinta minutos, los mas fuertes y duros treinta minutos. Los mas inolvidables treinta minutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario