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domingo, 14 de agosto de 2016

Falling apart

Era un niño de un metro ochenta y dos, pero su cuerpo y cara de niño nunca se opusieron a hacerme pasar los mejores momentos que alguien puede hacerme sentir, nos amabamos desnudos, en la vereda, en los colectivos, en mi cama, en mi sillón, en mi mesa, en el piso y hasta en la playa alumbrados por la luna. El siempre supo cómo hacer todo.
Tan niño y tan grande, recuerdo su inocencia y su timidez, también recuerdo como perdió todo eso, con sus ojos vendados pidiéndome que quería quee haga,  así nos amabamos.
Antes de llegar su mejor momento hacia una sonrisa que no llegaba a ser risa, era una mueca extraña que me volvía loca y me hacía adicta. Achinaba los ojos y mostraba un poco los dientes, respiraba lento mientras posaba su mirada en mis ojos, siempre posando su mirada en mi, siempre mirándonos, siempre.
Arriba, abajo, de costado, y hasta durmiendonos el dentro mío, nunca caímos en la rutina. El me hacía sentir viva, el me erizaba la piel, el me hacía gritar, el me satisfacía, el me llenaba de el, el me hacía suya.

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